Sacrificio Es una ley tan universal en el reino del Espíritu, como lo es la ley kármica en el reino de la Materia. El Espíritu se desarrolla mediante esta ley de Sacrificio, de igual modo que evoluciona el cuerpo merced a la ley de acción y reacción llamada Karma. El espíritu vive y triunfa por el sacrificio, como prospera y evoluciona el cuerpo gracias a una actividad sabiamente dirigida. De ahí las siguientes declaraciones cuyo sentido es completamente espiritual: "Quien ama su vida, la perderá; y quien desprecia su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna" (Juan, XII, 25), y esta otra: "Más bienaventurada cosa es dar que recibir". (Hechos, XX, 35). -El sacrificio consiste en prodigar la propia vida en provecho de los demás. Esta ley, que produce el desenvolvimiento del Espíritu, es también aquella por la cual los mundos son creados y sostenidos. Todas las religiones, bajo símbolos diversos, colocan al sacrificio en los comienzos de la manifestación divina. Por un acto de sacrificio espontáneo, impone el Logos un límite a su vida infinita y se hace manifiesto para la emanación del Universo. Por el sacrificio se mantiene este Universo, y finalmente, por el sacrificio el hombre alcanza la perfección. Esta efusión del Espíritu divino que da nacimiento a un universo, hace del sacrificio la ley de la Vida, y nos da a comprender que, para el Logos, el sacrificio no es algo esencialmente penoso, sino una espontánea y gozosa efusión de vida para que otros participen de ella. Para el hombre, el sacrificio no representa tampoco dolor alguno, a menos que haya desacuerdo entre la naturaleza superior, cuyo gozo consiste en dar, y la inferior, cuya satisfacción es recibir y guardar. En el hombre verdaderamente espiritual, perfecto, no existe tal desacuerdo, y por lo tanto, no hay para él sacrificio doloroso por arduo y duro que sea. "Ser un portador de la luz del Logos, un mensajero de su compasión, un obrero de su reino: he aquí lo que parece ser la única vida digna de ser vivida. Acelerar la evolución humana, servir la buena Ley, aligerar una parte de la pesada carga del mundo: esto es lo que parece ser la alegría del mismo Señor". (Sabiduría Antigua, 378). Siendo el Espíritu la emanación directa de la Vida divina, es una fuente alimentada por un manantial inagotable; cuanto más se derrama al exterior, tanto más se recibe. En los mundos materiales, todo está ligado por la cadena sin fin de la causa y del efecto, viniendo a ser el efecto una nueva causa, y así sucesivamente hasta lo infinito; "el mundo está ligado por la acción" (Bhagavad-Gîtâ, III, 9), y cada acción realizada es un nuevo lazo. Pero la acción ejecutada como formando parte de la actividad divina, cuando aquel que la ejecuta no es más que el agente que nada busca y nada desea para sí mismo como un yo separado, una acción tal ofrecida como sacrificio, no liga a su autor, porque entonces es el Todo quien obra por medio de la parte, y no la parte que obra por sí misma. La acción liga al hombre, "excepto aquella que se hace Sacrificio, Ley de
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